Por intercesión de San Macario el viejo

Oh San Macario, gran ermitaño de las soledades del desierto y gran santo que adquiriste el gusto por la oración, la meditación, la penitencia y el silencio.

Ayúdanos a dominar nuestras pasiones de la carne y dirigir rectamente nuestros sentidos para vencer las malas inclinaciones, como tú dijiste: "Ataco al que ataca mi alma". Y nos enseñaste los beneficios  de las mortificaciones diciendo: "Si supieras las recompensas que se consiguen mortificando las pasiones del cuerpo, nunca te parecerían demasiadas las mortificaciones que se hacen para conservar la virtud". Por eso, líbranos de las tentaciones impuras para no conceder a nuestros sentidos y pasiones el gusto del placer inmediato. 

Ayúdanos a dominar nuestra lengua y a dirigirnos a Nuestro Señor diciéndole: "Dios mío, concédeme las gracias que Tú sabes que necesito y ven en mi auxilio, date prisa en socorrerme".

Ayúdanos a moderar nuestro genio y carácter, y también a no preocuparnos por el qué dirán, ni entristecernos porque nos critican e insulten, ni enorgullecernos porque nos alaben y feliciten. Porque somos lo que somos ante Dios, y nada más ni nada menos.

Ayúdanos ante Dios a conocer qué grado de santidad hemos llegado, enséñanos a  ser siempre amables, muy pacientes y a vivir todo el día en comunicación con nuestro Señor, ofreciéndole a Cristo todo lo que hacemos y suframos para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. También sepamos llorar por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero para provecho de nuestra salvación.

San Macario, santo penitente, consíguenos de Dios la gracia de hacer penitencia por nuestros pecados en esta vida, para no tener que ir a pagarlos en los castigos de la eternidad.

Amén.


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